Jueves
Con la mantilla a gala
La mantilla se ha mantenido a través de los siglos. Usada como prenda cotidiana para pasear por las calles en otros tiempos, su uso fue restringiéndose a la asistencia a misa y al rosario (se utilizaban pequeñas mantillas o toquitas) y a fiestas importantes, entre ellas la Semana Santa. En el siglo pasado, a finales de los sesenta, fue desapareciendo la costumbre de que las mujeres llevaran un velo en la misa diaria, por lo que la tradición sólo se mantuvo en acontecimientos especiales. El Jueves Santo se lleva para los Oficios y visitas a los sagrarios.
Hermandad de Montesión, mantillas en un balcón

/Juan Carlos Muñoz
Ha habido seis estilos: la mantilla de casco, con una parte central rectangular (el casco) y una guarnición (volante de tela ligera y suave que iba fruncido alrededor del casco); la de cerco, en la que el casco es de la misma tela que la guarnición (que, a su vez, va más fruncida y rodea el contorno del casco); la de toalla, que recuerda a la prenda homónima y que impuso el uso de la peineta para que favoreciera más (es el formato preferido por las mujeres hoy día); la de pico, de forma triangular, muy elegante y lucida (se puede usar tanto con peineta como sin ella); la mantellina, una tela a modo de rombo un tanto apaisado (en desuso); y, finalmente, las toquitas, pequeñas mantillas destinadas a cubrir la cabeza (dejó de ser utilizada a finales de los 60).

En cuanto a los encajes, se usan normalmente los de blonda y los de Chantilly. Los primeros se elaboran con dos tipos de seda, una más mate (para hacer el tul del fondo) y otra más brillante (para los dibujos). El encaje de Chantilly (que se origina en la ciudad francesa del mismo nombre) se realiza con hebras de seda.

La mantilla se lleva sostenida con peina. Se luce con vestido negro y zapatos negros tipo salón, preferentemente de tacón. Broche, pendientes, colgante, bolso y rosario son los complementos más usados.
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